La obra de Pilar Cossío nos acerca sin remedio a la poesía visual, proponiendo «cauces deslumbrantes que desde el sueño o la vigilia nos conducen al centro del poema. Sin paliativos». La artista no permanece ni un instante en esa realidad delimitada por la razón. El sueño y sus alrededores, son para ella una segunda piel.
Acceder a lo real significa entonces desvelar un territorio mágico, que solo le pertenece a ella y que es además su morada.
Pero lo más sorprendente son los medios que utiliza para legitimizarlo, ya que no es solamente a través del poema o del fotomontaje, o del dibujo, sino también, y recientemente con mayor atención: el ready-made, el objet d’art o de la instalación, realizando desplazamientos inéditos y emocionantes: de la realidad al sueño, de lo visual a lo mental y viceversa. Solo en algún caso su obra esclarece alguno de sus enigmas… Pilar sabe que sus estructuras, procedentes del caos anterior a la idea, son madrigueras… o lo que es lo mismo: «nuestro lugar en el mundo».
Siempre a partir de una sustancia primordial y sin perder la conexión con el Universo.
Este proceso elaboradísimo la permite medirse con su obra, e incluirse, llevándonos, a través de ella, a un estado del espíritu.
Ahí queda al descubierto su ideario, o su simbología única, así como una actitud explorativa que acompaña siempre su trabajo. Pero ni aun con esto podríamos descubrir a Pilar, ni abarcarla…
La obra de Cossío conduce así a lo hondo.
Evocando aquello que nos constituye. Situándonos en el centro del poema, en la esencia del lenguaje:
El arte como idea. El acceso al esplendor de lo real, a la metonimia que su propia fantasía construye, a la idea como fuente…
El lenguaje como goce y eso que nunca habíamos visto antes, eso que se aleja sin fin ante nuestros ojos…